Roma amaneció con rostros nuevos y banderas rojiblancas ondeando con orgullo. Era 28 de julio, Día de la Independencia del Perú, y mientras en Lima se entonaban los himnos patrios, en la Plaza de San Pedro un grupo de 105 jóvenes peregrinos peruanos se preparaba para vivir una jornada profundamente espiritual e histórica: un encuentro privado con el Papa León XIV, en el marco de la apertura oficial del Jubileo de los Jóvenes 2025.
No fue una coincidencia menor. La Providencia quiso que esta cita jubilar se cruzara con las celebraciones patrias, enlazando la identidad de una nación con el camino de fe de sus nuevas generaciones. Lo vivido esa mañana en el Vaticano superó toda expectativa: fue un abrazo entre culturas, generaciones y espíritus en misión.
“Sean Cristo vivo en lo ordinario”: la invitación del Papa

La audiencia fue un momento íntimo y profundamente emotivo. Con la ternura y sabiduría que caracterizan su magisterio, León XIV saludó con afecto a cada uno de los jóvenes y les dirigió palabras que tocaron fibras hondas. “Nos deseó felices Fiestas Patrias con una sonrisa que nos abrazó el alma”, relató emocionada Ximena Valdivia Muro, coordinadora de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Chiclayo. “Nos recordó que no estamos solos, que la Iglesia es una sola familia sin fronteras, y que nuestra misión es ser Cristo vivo, especialmente allí donde nadie nos ve”.
Este llamado a encarnar el Evangelio en lo cotidiano resonó con fuerza en los corazones de los presentes. Para Gisela Reátegui Valderas, también de Chiclayo, el encuentro tuvo un matiz aún más profundo: “Fue como volver a casa. El Papa conoce a los jóvenes de nuestra diócesis, nos ha acompañado durante años cuando era obispo en Latinoamérica. Sentimos que volvía a mirarnos como un padre que nunca se ha alejado”.
Un regalo con alma peruana: cultura, fe y biodiversidad

Como gesto de gratitud y signo de comunión, los jóvenes entregaron al Pontífice un presente cargado de simbolismo cultural y espiritual: “Los Amigos Peruanos de Luce”, las mascotas oficiales del Jubileo de la Esperanza 2025. Tres figuras que encarnan el alma del Perú y sus tres regiones naturales, unidas por el hilo invisible de la fe.
Suyana, nombre que significa “esperanza” en quechua, representa la tenacidad andina. Ataviada con vestimenta tradicional, camina junto a una llama, símbolo de resistencia y trabajo silencioso.
Pepe, inspirado en las fiestas populares del norte peruano, irradia gozo y lleva consigo un perro sin pelo peruano, emblema ancestral de afecto y lealtad.
Xareni, hija de la Amazonía, encarna la riqueza espiritual de la selva. Su atuendo está decorado con arte kené y va acompañada del gallito de las rocas, ave nacional y símbolo de belleza natural.
“Este regalo no es solo folclore ni decoración. Es un manifiesto”, explicó Daniel Ramos, miembro de la Comisión Episcopal para Jóvenes y Laicos del Perú. “Queremos que los jóvenes del mundo redescubran la profundidad de nuestras raíces culturales y espirituales. En nuestra diversidad, descubrimos la fuerza del Evangelio encarnado en los pueblos”.
El Jubileo: una experiencia de gracia compartida
El Jubileo de los Jóvenes 2025 no es un evento aislado, sino parte del gran camino jubilar que culminará en 2026 con el Año Santo Ordinario. Para esta edición juvenil, el Vaticano ha abierto de manera especial las Puertas Santas de las cuatro basílicas papales, invitando a miles de jóvenes a peregrinar, confesar sus pecados, participar de la Eucaristía y renovar su compromiso con Cristo y con la Iglesia.
Los jóvenes peruanos no solo llevan consigo la emoción de haber saludado al Papa. Vuelven también con una certeza renovada: que la Iglesia los necesita, los valora y los envía. “Queremos ser sal de la tierra y luz del mundo, allí donde se nos llama: en el colegio, en la universidad, en el barrio, en nuestra familia”, dijeron al despedirse.
La jornada terminó con un canto espontáneo que envolvió la Plaza de San Pedro: “¡Cristo vive y reina en el corazón del Perú!” Las banderas se agitaron con fuerza, los rostros se iluminaron de alegría, y el eco del mensaje pontificio quedó sembrado en sus almas como semilla de un futuro que ya empezó a germinar.

